Sal 27:1 Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré?
Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?
Aguarda a Jehová;
Esfuérzate, y aliéntese tu corazón;
Sí, espera a Jehová.
Donde estuviere el creyente, puede hallar el camino al trono de gracia por la oración. Dios nos llama por su Espíritu, por su palabra, por su adoración y por providencias especiales, misericordiosas que nos afligen. Cuando estamos neciamente coqueteando con las vanidades mentirosas, Dios está, por amor a nosotros, llamándonos a buscar nuestras misericordias en Él. La llamada es general. “Buscad mi rostro”, pero debemos aplicarlo a nosotros mismos, “tu rostro buscaré”. La palabra no sirve cuando no aceptamos la exhortación: el corazón bondadoso responde rápidamente a la llamada del Dios bondadoso, siendo voluntario en el día de su poder.
El salmista requiere el favor del Señor; la continuación de su presencia con él; el beneficio de la dirección divina y el beneficio de la protección divina. El tiempo de Dios para ayudar a los que confían en Él llega cuando toda otra ayuda falla. Él es un Amigo más seguro y mejor de lo que son o pueden ser los padres terrenales. —¿Cuál era la creencia que sustentaba al salmista? Que vería la bondad del Señor. Nada hay como la esperanza de fe en la vida eterna, los vistazos anticipados de esa gloria y el sabor previo de sus placeres para impedir que desfallezcamos mientras estamos sometidos a todas las calamidades. Mientras tanto él debe ser fortalecido para soportar el peso de sus cargas. Miremos al Salvador sufriente y oremos en fe que no seamos entregados a las manos de nuestros enemigos. Animémonos unos a otros a esperar en el Señor con paciente esperanza y oración ferviente.