Lecciones del profeta Jonás



Las órdenes del Señor son claras —Él dice a los creyentes cuándo actuar, dónde ir y qué hacer. También da los medios para obedecer sus instrucciones. Al profeta Jonás se le dijo que saliera de inmediato a cierta ciudad para advertirles: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida” (Jon 3.4). Pero, en vez de eso, hizo algo ridículo (y muy humano). Huyó.

Puesto que era un profeta, podemos dar por sentado que Jonás había estudiado las Sagradas Escrituras y conocía a Dios de manera personal. Aun así, el disgusto por la tarea nubló su juicio, y se convenció de que podía huir de la presencia del Señor. Jonás estaba equivocado. Dios envió una gran tormenta, y lo aisló durante tres días dentro de un pez apestoso. En otras palabras, el Señor no cedió hasta que el profeta aceptó cumplir la tarea asignada.


Jonás aprendió que huir del Señor no nos exime de sus órdenes. Si nos negamos a obedecer o decidimos seguir nuestro propio plan, no podremos silenciar su llamado. Nuestro Padre celestial no olvidará una orden, ni cambiará de opinión en cuanto a ella; por tanto, el Espíritu Santo seguirá aguijoneándonos hasta que hagamos lo que el Señor nos mandó a hacer.

Quienes huyen de las órdenes de Dios pueden intentar silenciar los recordatorios del Espíritu, llenando su vida con distracciones. Saben lo que Dios quiere de ellas, pero son demasiado orgullosas, obstinadas o inseguras para cumplir. Debemos entender que Dios nos perseguirá —eliminando todos los pretextos y excusas. Los creyentes sabios le obedecen rápidamente, en lugar de perder el tiempo y sus capacidades huyendo.

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